Agresión a Carolina Tohá: La Intimidación como Herramienta Política en Chile

El reciente incidente en el que Carolina Tohá, exministra del Interior y actual candidata presidencial, fue agredida en el Barrio Lastarria de Santiago, ha generado preocupación en la opinión pública. Mientras caminaba por la zona, un grupo de manifestantes encapuchados la reconoció y comenzó a seguirla. Inicialmente, uno o dos individuos la increparon verbalmente, pero rápidamente se sumaron más personas, formando un grupo que la persiguió por varias cuadras. Durante este trayecto, le arrojaron agua, la insultaron y la empujaron repetidamente. Tohá relató que, aunque no identificó a los agresores debido a que muchos estaban encapuchados, sintió que la intención principal era agredirla físicamente y amedrentarla.

Este episodio recuerda situaciones similares vividas por otras figuras políticas durante el denominado “Estallido fecal”. Por ejemplo, en diciembre de 2019, el entonces diputado Gabriel Boric fue agredido en el Parque Forestal. Mientras estaba sentado en una banca, un grupo de manifestantes lo reconoció y atacó violentamente. Le arrojaron cerveza, le quitaron el gorro que llevaba puesto, le dieron bofetadas y lo amenazaron verbalmente.

Otro caso relevante es el de Daniel Jadue, alcalde de Recoleta, quien también fue víctima de agresiones durante el mismo periodo. En una ocasión, mientras intentaba participar de las protestas, un grupo de manifestantes lo increpó violentamente, acusándolo de traicionar los ideales del movimiento social. Los agresores le lanzaron piedras y lo insultaron, obligándolo a retirarse del lugar bajo protección.

Estos incidentes plantean la interrogante de si tales agresiones podrían considerarse una especie de rito de iniciación impuesto por la extrema izquierda a sus potenciales candidatos presidenciales. La finalidad de este tipo de acciones pareciera ser la de coaccionar a los representantes para que actúen conforme a las expectativas de estos grupos. No solo buscan influir en la conducta de quienes son directamente agredidos, sino también infundir temor en otros representantes, llevándolos a alinearse con las demandas de estos sectores para evitar ser blanco de similares ataques.

Este fenómeno no es exclusivo de la izquierda, aunque en la derecha las tácticas han sido distintas y menos agresivas. En este sector, el “Team Patriota” liderado por Francisco Muñoz han utilizado métodos de presión más bien discursivos, como funas con megáfono y emplazamientos públicos a representantes que consideran desviados de sus compromisos políticos.

Estos hechos evidencian las falencias de la democracia liberal, donde los electores son sistemáticamente engañados por el propio diseño del sistema. La representación imperfecta permite que los elegidos incumplan sus compromisos, generando una sensación de fraude y provocando la ira de los votantes más comprometidos.

En contraste, en la mal llamada edad media los representantes estaban sujetos a mandato imperativo, lo que les impedía apartarse de las instrucciones de sus electores. En las Cortes de Castilla, por ejemplo, los procuradores municipales acudían con órdenes precisas y debían regresar a consultar antes de tomar decisiones no contempladas. Algo similar ocurría en la Corona de Aragón, donde los representantes de las ciudades y estamentos no podían negociar sin autorización expresa de sus comunidades.

Este sistema garantizaba una representación auténtica y evitaba traiciones. En cambio, la democracia liberal opera bajo mandato representativo, donde los electos pueden actuar a su arbitrio, sin obligación de cumplir sus promesas. Esto facilita el engaño electoral, consolidando un sistema donde las personas solo tienen voz cada cierto número de años y ningún control real sobre sus representantes.

De vuelta en la democracia liberal, cuando un sector no logra coaccionar eficazmente a sus representantes, estos se emancipan y actúan según sus propios intereses, alejándose de las demandas de sus bases, hacen literalmente lo que quieren, sin ningún respeto por quienes los pusieron donde están. Esto resalta la importancia de las tácticas de presión como medio para mantener la fidelidad de los representantes a las causas de sus electores.

No se trata de justificar las agresiones sufridas por Carolina Tohá ni de presentar a los agresores como los “buenos” de la historia. Más bien, es fundamental destacar el grave problema de un sistema fraudulento como la democracia liberal, que propicia estas situaciones. En este contexto, el grupo que no desarrolla tácticas de coacción hacia sus representantes corre el riesgo de perder influencia en el juego político y, a largo plazo, quedar relegado a la posición de simples votantes sin una verdadera voz en el devenir de sus sociedades.

Mientras el sistema democrático liberal siga en pie, el fraude electoral continuará siendo una constante, y las personas seguirán viéndose obligadas a recurrir a tácticas de coacción y presión para hacer que sus voces sean escuchadas. La defraudación de sus expectativas políticas les deja como única opción la violencia simbólica o física para intentar forzar a sus representantes a cumplir con sus compromisos. Este ciclo de desconfianza y frustración solo perpetúa el conflicto y la división. Es necesario, por tanto, cambiar este sistema político por uno que sea inherentemente menos conflictivo, que garantice una representación genuina y evite la manipulación y la desilusión de los chilenos.


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