La Cuaresma: antídoto contra la decadencia y degradación del negocio de la carne humana.

La columna de Sebastián Izquierdo del día de hoy, intitulada “Sexo, mercado y decadencia: el negocio de la carne humana” , concluye señalando que “(e)n un mundo que se presenta como sin amor, sin sacrificio y sin verdad, donde los vínculos han sido reemplazados por la satisfacción inmediata de nuestros más bajos instintos y la cosificación del ser humano. Un mundo donde el placer es el único fin, y el ser humano no es más que un objeto de placer de otros o un animal en celo permanente. sólo queda volver a Dios y resistir, hasta que la tormenta de pecado amaine”.

Ante este desafío que se nos plantea, quiso la Divina Providencia, que el día de mañana diera comienzo la Cuaresma, que representa un verdadero antídoto a la decadencia y degradación humana que es el negocio del sexo y la hipersexualización que padece nuestro país y el mundo.

La palabra Cuaresma viene del latín “Quadragésima”, que significa “cuarenta”, en referencia a los cuarenta días de preparación para la Pascua.

En el evangelio de San Lucas 4,1-2 se nos dice que “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, donde pasó cuarenta días y fue tentado por el diablo.”

Este tiempo en el desierto es un tiempo de lucha, de batalla espiritual, pero también de preparación antes de la victoria.

En la Sagrada Escritura, el número 40 representa prueba y purificación. Como ejemplo, podemos citar los siguientes: El Diluvio Universal duró 40 días. Su resultado: Dios limpió la Tierra; Moisés ayunó 40 días en el Sinaí. Su resultado: Recibió la Ley; el pueblo de Israel vagó 40 años en el desierto. Su resultado: Fue purificado antes de la Tierra Prometida; Elías caminó 40 días hasta el monte de Dios. Su resultado: Encontró Su presencia.

Jesús no necesitaba el desierto, pero nosotros sí.


El ayuno sirve para dominar el cuerpo con la finalidad de fortalecer el espíritu, y así lo dijo el mismo Cristo en Mateo 17:21, cuando enseña que ciertas clases de demonios solo pueden expulsarse con ayuno y oración.

En efecto: Adán cayó por un deseo de comida; Esaú vendió su primogenitura por un plato de lentejas; e Israel se rebeló contra Dios en el desierto porque tenía hambre.

Jesús venció el pecado ayunando. Nosotros somos llamados a hacer lo mismo.

La Cuaresma es un tiempo de batalla contra el demonio y contra nuestra propia débil carne humana.

“Nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso.” (Efesios 6,12)

Mediante el ayuno se da la paradoja de que debilitando nuestro cuerpo, fortalecemos nuestra voluntad de alinearla y unirla con la Voluntad Divina. Si sumamos a ello la oración y los sacramentos nos armamos fuertemente en contra de las tentaciones del mundo, y saldremos victoriosos.

Cristo venció. Nosotros también podemos hacerlo siguiendo su ejemplo.


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