¡Malvado Liberalismo! Óyelo otra vez y óyelo otras cien veces: ¡No hay en realidad de verdad más Anarquismo ni más anarquistas que tú!

Del verdadero anarquismo: de tal palo tal astilla, de tal árbol tal fruto

El estado o situación actual de cosas (como diría el p. Félix Sardá y Salvany), son evidentemente los últimos frutos harto maduros ya y en buena sazón del árbol famosísimo de la libertad-liberal. Nuestros padres los comieron en agraz, cuando la célebre matanza de los frailes que fue la flor y primicia del susodicho árbol. La generación presente los está cosechando en tal grado de desarrollo y perfección que no hay más que pedir. Son sabrosos como ellos solos … -¡Y aún no se convencen los tontos y reaccionarios católicos de que el Liberalismo es una gran cosa! -Por lo que a nosotros toca, hechos como los citados nos parecen tan elocuentemente instructivos, que (salva la compasión que inspiran siempre las víctimas) creemos no le vendría mal a la sociedad actual un espectáculo de estos cada semana, que Dios no permita. Es algo como un revulsivo para despertar conciencias aletargadas; es rudo, pero eficacísimo despertador de corazones soñolientos y adormecidos.

No se convertirá el Liberalismo, que como su padre Lucifer es inconvertible, pero aprenderán tal vez a conocerle algunos infelices que hasta hoy fiaron más de lo que convino en sus frases de oro y en sus promesas de miel. El absurdo social que entraña el Liberalismo aparece, en efecto, a la luz de estas explosiones en toda su deformidad, en toda su esencial mentira. Y de ello nos están dando la más auténtica certificación los propios liberales. A voz en cuello andan pidiendo estos días el castigo inexorable del criminal. Es seguro que en favor del mismo no se elevará una petición de indulto. Pero al mismo tiempo apresúranse a disculpar el sistema y a declarar la inviolabilidad de las leyes perversas bajo cuya protección y amparo se engendran estos monstruos y se fraguan y preparan tan horribles atentados. Es el Liberalismo exhibiéndose esta vez de cuerpo entero y haciendo alarde de su más horrible mueca para escarnecer a la sana filosofía y al sentido común.

Era axiomático hasta los modernos tiempos que la predicación del crimen es a todas luces más criminal y justiciable que la misma perpetración de él. Así lo entendieron siempre y conforme a ese criterio juzgaron y fallaron los códigos cristianos. Asesinar a un hombre lo tuvieron ¡es claro! por delito gravísimo. Pero enseñar que es lícito el asesinato tuviéronlo siempre por crimen todavía peor, y lo castigaron con más severas penas. Así procedía y fallaba la Santa Inquisición. Y es evidente lo racional de esta jurisprudencia. Asesinar a un hombre es un hecho concreto, de índole ciertamente muy grave, pero que tiene por lo común limitadas sus consecuencias.

Predicar o enseñar como licito el asesinato es un hecho de trascendencia general, y por tanto que produce un desorden moral de mayor cuantía. El Liberalismo y nuestras liberales leyes no lo aprecian de esta manera. Según él y ellas predicar la destrucción del orden social existente por medio de los explosivos (de la química, dice un semanario anarquista que acabamos de leer), es perfecto derecho de todo ciudadano libre. Organizarse en secta para propagar y dar cuerpo a estas ideas, es simplemente libertad de asociación. Seducir a los infelices hijos del pueblo para poner en sus manos el horrible explosivo, después de haber robado a sus almas toda fe, toda esperanza, todo respeto, es emancipar al obrero, es desfanatizarle, es redimirle del yugo de clericales y rancias preocupaciones. Hasta aquí no ve materia justiciable el Liberalismo. No ve más que derechos indiscutibles del librepensamiento. Mas cuando el insensato a quien han vuelto tal aquellas predicaciones, obra en, armonía con ellas y consiguientemente (y tal vez por una verdadera obsesión que disminuye en gran parte su responsabilidad) va y coge y arroja la bomba destructora ¡ah! Entonces advierte el delito el Liberalismo, entonces pide los juicios sumarios y los últimos castigos y la inexorable vindicta social. ¡Ah miserable embustero! ¡Corta el árbol por su tronco y raíz, si no quieres que te aplasten los frutos espontáneamente, necesariamente desprendidos de sus últimas ramas! ¡Plantas el árbol, lo cuidas con esmero, lo rodeas de toda suerte de legales inviolabilidades, llámasle sagrado, sacrosanto, tu único dios, tu único evangelio, y luego no sabes sino horripilarte con farisaico escándalo, porque te dé tales frutos de muerte y destrucción ¡Liberalismo embustero! Lo que pasa es tu obra, y eres tú quien antes que nadie mereces por justicia sumarísima la pena de muerte ¡Malvado Liberalismo! Óyelo otra vez y óyelo otras cien veces: ¡No hay en realidad de verdad más Anarquismo ni más anarquistas que tú!


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Plinio de Lira Sin Mella

Contra-Revolucionario, anticomunista, antiliberal, anti 1789