Peña v/s Chomalí: Refutación a la opinión de Carlos Peña respecto a la canción que representa a Chile en el Festival de Viña del Mar.

Carlos Peña, reconocido opinólogo de pretensiones intelectuales, ha publicado el día de hoy en “El Mercurio” su reproche a la postura asumida por los Monseñores Chomalí y González, en contra de la (pseudo) canción titulada “infiernodanga”, que, lamentablemente, representará a nuestro país en el decadente y patético Festival de Viña del Mar.

Señala el Sr. Peña que no constituye una blasfemia, pues se trata solo del relato de una experiencia que el “artista” cuenta, relativa a la opresión y discriminación que ha sufrido por estar al (sic) “margen de la naturaleza” en su condición sexual, y con ello ser castigado, ocultado y avergonzado. Luego, continua el opinólogo, tomando claramente una posición en contra de la Iglesia Católica, reprochándole que el papel de ésta ha sido históricamente estigmatizar, marginar y condenar a los homosexuales, y que la Iglesia a través de su magisterio y sacerdotes han “confundido la antropología cristiana” (Sí, como lo leyó, Peña cree saber más de la antropología cristiana que la misma Iglesia).

Finaliza indicando que la Iglesia tiene el derecho de defender su concepción de lo humano, conforme a la tradición y la fe, pero que no puede arrogarse un mandato para imponer orden y disciplina sexual a la sociedad.

Al respecto, cabe responderle al Señor Peña, con los siguientes puntos:

  • La Blasfemia, según el catecismo de la Iglesia Católica (punto 2148) consiste en aquel pecado que “se opone directamente al segundo mandamiento. Consiste en proferir contra Dios —interior o exteriormente— palabras de odio, de reproche, de desafío; en injuriar a Dios, faltarle al respeto en las expresiones, en abusar del nombre de Dios. Santiago reprueba a “los que blasfeman el hermoso Nombre (de Jesús) que ha sido invocado sobre ellos” (St 2, 7). La prohibición de la blasfemia se extiende a las palabras contra la Iglesia de Cristo, los santos y las cosas sagradas. Es también blasfemo recurrir al nombre de Dios para justificar prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o dar muerte. El abuso del nombre de Dios para cometer un crimen provoca el rechazo de la religión”.

Uno de los atributos de Dios es su Justicia, la cual es perfecta. Por lo tanto, reprocharle a Dios que es “injusto” al no aceptar, a través de Su Iglesia, los comportamientos contrarios a la Naturaleza por Él creada, es constitutivo del grave pecado de blasfemia. Y, de hecho, el mismo Peña cae en ese pecado, además públicamente, con su columna.

  • Es absolutamente falso que la Iglesia castigue, marginalice y avergüence a los homosexuales, ni ahora, ni en el pasado. La Iglesia es una Madre que acoge con amor, compasión y misericordia a todos, especialmente a los más pecadores. Pero a su vez, como una buena Madre, tiene el deber de informar que los pecados graves, como lo son la sodomía y los comportamientos homosexuales, llevan a la perdición y al dolor, tanto espiritual, como físico. La Iglesia ama al pecador, pero odia el pecado.
  • Respecto a la afirmación de que “que la Iglesia tiene el derecho de defender su concepción de lo humano, conforme a la tradición y la fe, pero no puede arrogarse un mandato para imponer orden y disciplina sexual a la sociedad”, cabe señalar que lo que hace y ha hecho históricamente la Iglesia es informar. Informa a las personas que de seguir por el camino que ha elegido, se seguirán consecuencias muy dolorosas en esta vida, y de persistir hasta el final en ellas, consecuencias eternas e irremediables.

Resulta curioso como el señor Peña considera que un “tweet” de Monseñor Chomalí y una declaración de Monseñor González estarían “Imponiendo” y “disciplinando” la sexualidad de las personas. El opinante es abogado y debería saber que las declaraciones no constituyen normas de conducta, mucho menos jurídicas que tenga la posibilidad de generar la imposición y disciplinamiento del cual se queja.

También llama la atención que primero diga que la Iglesia tiene derecho a defender su concepción de lo humano, y luego reclame, porque esa misma Iglesia, a través de sus representantes haya hecho exactamente eso: defenderla, opinando e informando. Incoherencia que da cuenta de lo ridícula de la postura del “intelectual”.

En la columna del Sr. Peña se aprecia claramente como su mentalidad está deformada por el luciferismo liberal de la paradoja de la tolerancia popperiana, que postula que no se puede tolerar a quienes “no toleren” las diversas posturas y estilos de vida que surgen en una sociedad abierta. Abierta a la degeneración, el vicio y la decadencia humana.  


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