La Marihuana Hace Mal

La columna de Cristian Mancilla

De hecho, la indecencia se ha vuelto generalizada en Santiago de Chile: las mujeres no tapan nada de lo que deberían cubrir y los hombres no solamente llevan los pantalones por abajo de lo debido, sino que compiten en feminidad con las mujeres.

Vivimos en una sociedad marihuanizada y esto nos ha conducido a una decadencia desconocida hasta ahora y nos está destruyendo como sociedad. Mi argumento, por supuesto, no está dirigido al marihuano, cuyo cerebro se encuentra, si no fundido, apagado a causa del consumo: él no será capaz de entender lo que estoy explicando. En cambio, buscará una y otra excusa para justificar su consumo y el comportamiento estúpido que se sigue desde él. La inconciencia del marihuanero es comparable con la que le infundió Dioniso a Penteo a causa de su impiedad y este creyó ver dos soles en el cielo (sobre lo cual publiqué un artículo en Limes 22). De hecho, Dioniso aprovechó esta inconciencia de Penteo para convencerlo de que se disfrazara de mujer y de que espiara a las adoratrices de Baco, quienes lo asesinaron al descubrirlo porque creyeron que se trataba de un furro león. Y esta secuencia de acontecimientos me parece terriblemente actual. ¿Acaso no existe una relación perfectamente sensible entre el apagón intelectual de hoy en día y el elevado consumo de marihuana? Mientras que el consumo de pasta base y cocaína ha permanecido estable durante los últimos treinta años[1], el de marihuana (que ha sido más elevado desde ese entonces), se disparó entre 2010 y 2016 y ha tendido a equilibrarse desde entonces: así, pasamos de un cinco por ciento de población marihuanera a un once por ciento. Otro aspecto del hermoso legado de la Concertación.

Sin mirar las estadísticas, me he podido dar cuenta de que resulta habitual sentir el disgustante olor de la marihuana mientras uno camina por la calle, mientras voy en la micro o mientras uso el Metro. Esto significa, por supuesto, no que haya habido un aumento del consumo, sino que ha habido un cambio en las costumbres: lo que antes era indecente, ahora se considera normal. Y nadie se atreve a corregirlo, aun cuando deben hacerlo. De hecho, la indecencia se ha vuelto generalizada en Santiago de Chile: las mujeres no tapan nada de lo que deberían cubrir y los hombres no solamente llevan los pantalones por abajo de lo debido, sino que compiten en feminidad con las mujeres. Además de esto, las personas exhiben una gran cantidad de perforaciones y tatuajes, aparte de vestir prendas con menos gracia que un pijama y del peor gusto que pueda existir. Se esmeran en verse feos y lo logran con holgura. Por supuesto que esta tendencia va de la mano con el consumo de marihuana y el consumo de esta tiene que ver con la falta de criterio para discernir lo bello y con la reducción de los estándares para verse presentable en la vía pública.

A lo anterior, se suman las malas costumbres de los picantes locales e importados que escupen en cualquier lugar y a la vista de todo el mundo, como si fuera aceptable arrojar fluidos en medio de la calle; que no respetan las luces de los semáforos; que no dejan bajar en el Metro antes de arrojarse al interior de los vagones como las bestias que son; que se paran frente a las puertas de estos y estorban a quienes necesitan abordar o bajar; que escuchan música o videos con volumen elevado en sus teléfonos; que beben cerveza en la vía pública; que se instalan sin permiso a vender chucherías en medio de la vereda; que usan las escaleras (o incluso la calle) sin prestar atención al tránsito que tienen señalado; que suben con sus motocicletas a la vereda; que instalan barrios hechizos en terrenos usurpados; que son bulliciosos y no respetan la tranquilidad de los vecinos; que pasan sin pagar en la micro o en el Metro, etc., etc. ¿Qué diré, pues, de los asaltantes caribeños, que no tienen la decencia de amenazar y forcejear, sino que disparan a matar y recién después de esto proceden a despojar? ¿Esta es la forma de ser machos o valientes que tienen estos salvajes, pues: impedir que la otra persona tenga siquiera la posibilidad de defenderse en buena lid? Mi conclusión es la que adelanté: la marihuana hace mal.

Algunos marihuanos contestan idioteces como que «el alcohol también es una droga» o que «el tabaco hace más mal que la marihuana». ¡Pero todos saben que estas son mentiras! ¡Cabezas de pescado sin sentido! El alcohol nunca ha generado una dependencia tan notoria como la marihuana y el tabaco tiene que ser consumido en cantidades industriales para que se acerque a causar un daño comparable con el de la marihuana. Pero, como dije antes, al marihuano le dan lo mismo los hechos o los argumentos: él quiere complacerse en su estúpida droga y disfrutar del efecto distractor que produce.

Lo que más me disgusta es el componente ideológico de esta droga, puesto que ella está ligada con los sectores más ponzoñosos del espectro político, a saber, libertarios y progresistas. Estos degenerados pretenden, pues, que las personas se abandonen ciegamente al consumo de lo que les cause mayor placer sin tener en cuenta las consecuencias personales o sociales de este mal hábito. No es casualidad, por cierto, que la Fundación Daya —una organización dedicada a promover el consumo universal e ilimitado de marihuana— haya formado parte de la Mesa de Unidad Social, esto es, la fachada levantada por el Partido Comunista de Chile para gestionar el Levantamiento Terrorista. No lo digo por capricho, sino porque el PC señaló[2] que la Mesa de Unidad Social era el único interlocutor válido de la ciudadanía apenas comenzó el Levantamiento Terrorista: «El único espacio de diálogo legítimo y democrático, es el que considere, en igualdad de condiciones, a la MESA DE LA UNIDAD SOCIAL». Esto lo afirmaron el 23-X-2019. Si Vd. cree que es casualidad, probablemente sea un marihuano cualquiera.

El apagón intelectual que mencioné antes se refleja en los comportamientos indecentes que detallé en el 3er párrafo, pero sobre todo en otras situaciones: la creciente tendencia de varios hombres a vestirse como mujeres y maquillarse, el estancamiento de los puntajes en la prueba PISA de lectura y la caída en los puntajes del SIMCE de lectura, la promoción de la ideología de género en las universidades, la promoción de la degeneración sexual (por medio de la llamada Agenda del Alfabeto Anárquico) desde las autoridades civiles, la proliferación de productos culturales sin valor —cine obsesionado con el Gobierno Militar, música de mal gusto, arte sencillamente feo—, el fomento de ideas políticas extremistas en instituciones supuestamente culturales, la instrumentalización general de las instituciones académicas y culturales en favor de una tendencia política específica (y terrorista a la vez que tiránica), etc. Esta politización que he mencionado al final de la enumeración tiene una relación directa con la marihuanización de la sociedad, como he explicado en el párrafo anterior.

La normalización de la marihuana tiene que acabar, pues: hace falta degradar el consumo de marihuana por medio del desprecio público, de la reprobación verbal, de la censura institucional. Hace falta recuperar la sana costumbre de corregir al que hace algo malo, al que dice algo erróneo, al que tiene costumbres censurables. Así es como se corrigen todas las desviaciones y las faltas, por cierto: no tolerando su ocurrencia ni dejándolas pasar. Esta indiferencia, al contrario, estimula la persistencia del mal, por cuanto está en la naturaleza del hombre el incurrir en comportamientos inadecuados. No hay remedio ni soluciones alternativas: tenemos que corregir, tenemos que llamar la atención, tenemos que hacer notar lo malo.

Ave María Purísima


[1] Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol, 15º Estudio Nacional de Drogas en Población General, 2022. https://www.senda.gob.cl/wp-content/uploads/2023/12/ENPG-2022-Principales-Resultados.pdf

[2] https://web.archive.org/web/20200119085214/pcchile.cl/2019/10/23/declaracion-publica-partido-comunista/


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